La Explanada del Estadio Azteca se transformó en un epicentro de energía pura durante los conciertos de Travis Scott. El rapero texano, con su carisma inigualable, logró conectar con cada uno de los asistentes, creando una atmósfera eléctrica que se mantuvo viva durante las dos noches. Desde el momento en que las luces se apagaron y los primeros acordes de su música resonaron, el público se entregó por completo, formando un mar de gente que saltaba, cantaba y bailaba al ritmo de sus canciones. La conexión entre el artista y su público fue tan intensa que parecía que todos se convirtieron en uno solo.